miércoles, 3 de febrero de 2016

El dolor en la esclerosis múltiple


Fuente: MS in focus, Multiple Sclerosis International Federation (MSIF)
Fecha de publicación: 13/05/2014

Uno de los síntomas de la esclerosis múltiple que más puede afectar a la calidad de vida del paciente es el dolor. Casi dos tercios de las personas con EM padecen al menos un episodio de dolor. Se trata de un síntoma complejo y que puede manifestarse de diversas maneras. El tratamiento mediante fármacos y un abordaje multidisciplinar pueden ayudar a la mayoría de pacientes.
El dolor es un aspecto que puede presentarse en una amplia mayoría de pacientes afectados de esclerosis múltiple. La intensidad y la duración del dolor pueden ser muy diferentes según cada caso concreto. En general, el dolor puede clasificarse en dos tipos, en función de su causa:
  • Dolor nociceptivo: se trata de un dolor que procede de los huesos, músculos y otros tejidos conectivos. Normalmente aparece o empeora con los movimientos y/o la palpación.
  • Dolor neurogénico: se trata de un dolor de origen neurológico y no de tipo osteoarticular como el anterior. En el caso de la EM, es debido a las lesiones sobre la mielina que se producen en el cerebro y/o la médula debido a la propia enfermedad. Es un dolor que se describe como lancinante y que puede aparecer en cualquier momento y tener una duración corta.

Prescribir el tratamiento correcto dependerá, en gran medida, de identificar correctamente el tipo y la causa del dolor. Si el dolor es de tipo neurogénico, se prescriben fármacos ‘neuromoduladores’ que, como el mismo nombre indica, modulan la transmisión del impulso nervioso y, por tanto, también del dolor, minimizando la intensidad y la duración del mismo. Normalmente, son fármacos que también se utilizan para tratar la depresión y la epilepsia.

Si el dolor se produce por un aumento del tono muscular, como es el caso de la espasticidad, se prescribirá un tratamiento específico para este síntoma. Si el dolor es de naturaleza nociceptiva, se puede tratar con antiinflamatorios y analgésicos comunes e, incluso, con opioides si es necesario.

Todos los medicamentos pueden tener asociados efectos secundarios y, en el caso concreto de la EM, estos pueden agravar algunos síntomas ya presentes debido a la propia enfermedad: por ejemplo, la estabilidad, la somnolencia, etc. Por este motivo, es importante realizar una correcta evaluación individual del riesgo y el beneficio del fármaco en cuestión, antes de administrarlo.

En los últimos años también se investiga con los tratamientos no farmacológicos, denominados tratamientos psicosociales o conductuales. Algunos pacientes pueden necesitarlos como complemento de los medicamentos, si éstos no muestran suficiente eficacia. Un ejemplo sería la práctica de métodos de relajación; muchas veces, el dolor puede proceder de las tensiones o el estrés que una persona acumula. Hay muchos métodos de relajación y todos ellos pueden ayudar a mejorar la percepción del dolor.

El ejercicio físico suave, dentro de las posibilidades que la enfermedad ofrezca al paciente, también puede ser una ayuda para aliviar el dolor. Deportes como caminar, nadar o practicar yoga son algunos ejemplos de ejercicio que pueden ayudar al paciente a eliminar estrés, controlar el dolor y mejorar su condición física en general.

También, especialmente cuando este dolor se hace crónico, puede ser de gran ayuda recibir un apoyo psicológico como, por ejemplo, participar en un grupo de apoyo y otras formas de psicoterapia.

En resumen, un correcto planteamiento del tipo de dolor y sus causas, así como un abordaje terapéutico que incluya tanto tratamientos médicos como fisioterapia o técnicas de relajación, pueden ayudar a mejorar la percepción del dolor y, por lo tanto, la calidad de vida de los pacientes.


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